El candidato massista a la gobernación de la provincia de Buenos Aires comenzó su campaña formal con una pegatina de carteles en el conurbano, que merecen un análisis de sus mensajes, propios del Manual del Buen Político Posmoderno.
El primero de esos carteles dice “Yo Quiero lo Mismo que Vos”.
Es típico del político posmoderno vaciarse de contenido ideológico para llenar ese vacío con lo que sea oportuno llenarse, flexible y superficialmente, es decir, puedo pensar lo que quieras que piense, o mejor dicho, lo que las encuestas digan que debo pensar. Entonces el candidato carece ya no de ideología, sino de un pensamiento propio y autónomo.
¿Incluirá en su referencia a los poderes económicos y mediáticos? ¿Querrá lo mismo que ellos, o querrá lo mismo que nosotros? ¿O acaso querrá lo mismo que ambos, es decir, podrá querer blanco a la mañana y negro a la tarde?
Pero si el candidato quiere lo mismo que yo, ¿qué pasa si yo no quiero lo mismo que el candidato? Difícil silogismo.
Puede ser equiparable a la paradoja del mentiroso, del cretense Epiménides, que dice «Todos los cretenses son mentirosos». Si es así uno debería suponer entonces que Epiménides también es mentiroso porque es cretense, pero si él miente entonces su frase sería falsa, es decir, en realidad los cretenses no mienten.
Si Giustozzi quiere lo mismo que yo, pero yo no quiero lo que él quiere, significa entonces que él no quiere lo que quiere.
Otro cartel de Giustozzi dice “Yo Quiero un cambio seguro«.
Lluvia de oximorones. El oximorón es un concepto muy posmoderno también, que permite unir palabras con contenidos opuestos para dar forma a ideas con sentido. El oximorón es la particular expresión que adquiere hoy el viejo conflicto. Como todos sabemos, en nuestro tiempo han muerto los conflictos, son tiempos de consenso y de diálogo; ya no existen los opuestos, todo es positivo, pura transparencia donde los opuestos se funden.
Si Giustozzi quiere un «Cambio Seguro» debe ser porque es un «secreto a voces» que le gusta la «cerveza sin alcohol», las películas de «muertos vivos», los juegos de «realidad virtual» y leer al «periodismo independiente». Pero no olvidemos que Giustozzi es una «copia original» de Massita, porque quiere volver a la época del «déficit cero», ese «dulce tormento» que la «derecha siniestra» «casi siempre» agitó para poner al pueblo en «libertad condicional» y volver a empoderar al «libre mercado». Lluvia de oximorones.
Un problema adicional del slogan oximorónico del «Cambio Seguro» es que es el mismo que utilizó el Frente Cívico y Social en las elecciones legislativas de 2009, en las que obtuvo el 21% de los votos en lo que a la postre fue la peor elección del oficialismo en el ciclo kirchnerista.
Se ve que los asesores de marketing político del candidato Giustozzi hacen lo que predican y piensan lo mismo que vos… Ricardito.
El tercero de los carteles del candidato Giustozzi dice «Yo quiero que vivamos mejor» en una honesta y original declaración de principios. Algo así como lo que dicen pretender el 100% de los candidatos y desea el 100% de los electores.
En otro rasgo de posmodernismo militante el candidato nos dice que lo más importante es vivir mejor, que suena a predica espiritual de grupo de autoayuda, eludiendo lo que hace a la particularidad del político, que es decir cómo va a hacer para que el pueblo viva mejor.
Quizás si recurrimos al primero de los carteles podamos encontrar la respuesta, porque Giustozzi quiere que vivamos mejor y lo va a lograr haciendo lo que yo quiero, porque él piensa como yo.
La posmodernidad ha ido vaciando de contenido a la política, quitándole su carácter conflictivo, estimando lo que precisamente postula Giustozzi que finalmente todos queremos lo mismo y que los modos de alcanzar ese algo común no interesa tanto, que eso se debe dejar en manos de los gestores que administrarán las cosas de manera «segura».
Un dato final para este festival de slogans vacíos del candidato Giustozzi, es que todos sus carteles comienzan con «YO», otro símbolo de este posmodernismo donde el mundo gira alrededor de uno mismo, donde nada hay más importante que uno mismo y que en definitiva sostiene la idea de que el único objetivo de nuestra existencia es simplemente «vivir mejor».