Votar la causa de la consecuencia que tememos

El filósofo Slavoj Zizek escribió un artículo en el portal The Independent sobre las elecciones en Francia, que se dirimen entre el voto al «neofascismo populista» de Marine Le Pen o el «centrismo liberal» de Emmanuel Macron, titulado «No creo en los liberales. No hay opción real entre Le Pen y Macron«.

El artículo levantó muchas críticas aunque su significado más profundo es preguntarse si es bueno votar a quien defiende una realidad que es la causa de las consecuencias más temibles encarnadas en la figura de Marine Le Pen. ¿No se estaría acaso, simplemente por miedo, generando las condiciones para asegurar la continuidad de lo mismo? ¿Si es el neoliberalismo el germen de las reacciones populistas a las que se temen, para qué seguir insistiendo con votar neoliberales disfrazados de civilizados centristas? ¿Es real la alternativa entre Macron y Le Pen?

Presento el artículo para PENSAR la realidad europea, y por qué no, la nuestra.

NO CREO EN LOS LIBERALES. NO HAY OPCIÓN REAL ENTRE LE PEN Y MACRON

El título de la columna de Hadley Freeman en The Guardian, la voz de la izquierda liberal anti-assange y pro-Hillary en el Reino Unido, lo dice todo: «Le Pen es una revisionista del holocausto de extrema derecha. Macron no. ¿Difícil elección?» Como era previsible, el texto en sí comienza con: «¿Es comparable trabajar en la banca de inversión con ser un revisionista del Holocausto? ¿Está el neoliberalismo al mismo nivel que el neofascismo?», y reprueba con sarcasmo incluso el apoyo condicional de la izquierda al voto a Macron en la segunda ronda, la postura del tipo «yo ahora votaría a Macron – con muy pocas ganas».

Este es el peor chantaje liberal que existe: hay que apoyar a Macron incondicionalmente, sin importar que sea un neoliberal centrista, sólo porque está en contra de Le Pen… Es la vieja historia de Hillary contra Trump: ante la amenaza fascista, todos deberíamos unirnos entorno a su bandera (y olvidar a conveniencia la brutal maniobra de los de Hillary para echar a Sanders, lo que acabó contribuyendo a su fracaso en las elecciones).

No podemos preguntarnos, al menos: sí, Macron es pro-europeo, pero ¿qué tipo de Europa personifica? La misma Europa cuyo fracaso alimenta el populismo de Le Pen, ¡la Europa anónima al servicio del neoliberalismo! este es el punto clave del asunto: sí, Le Pen representa una amenaza, pero, si todos respaldamos a Macron, ¿no nos quedamos atrapados en una especie de círculo vicioso y combatimos el efecto apoyando su causa?

Me viene a la mente un chocolate laxante que se vende en Estados Unidos. Se anuncia con un paradójico «¿Estas estreñido? ¡Come más chocolate!» En otras palabras, para curar el estreñimiento, come aquello mismo que lo provoca. En este sentido, Macron es el candidato del chocolate laxante que nos ofrece como cura aquello mismo que causó la enfermedad.

Nuestros medios presentan a los contendientes de la segunda vuelta como representantes de dos visiones de Francia radicalmente opuestas: el centrista independiente frente a la racista de extrema-derecha. Sí, pero ¿ofrecen una alternativa real? La de le Pen es una versión suavizada y feminizada de un brutal populismo anti-inmigración (el de su padre), y Macron representa el neoliberalismo con rostro humano, que su imagen también contribuye a feminizar ligeramente (véase el maternal papel que juega su mujer en los medios). Así que el padre está fuera y la femineidad dentro, pero…¿Qué tipo de femineidad? Como señalaba Alain Badiou, en el universo ideológico actual los hombres son adolescentes juguetones, bandidos, mientras que las mujeres aparecen como duras, maduras, serias, legales y castigadoras. Hoy en día la ideología dominante no espera de las mujeres que sean subordinadas, sino que las llama para -les solicita, espera de ellas- que sean jueces, administradoras, ministros, directoras ejecutivas, profesoras, policías y soldados. En nuestras instituciones penitenciarias se da a diario una escena paradigmática, la de una profesora/juez/psicólogo cuidando de un joven delincuente inmaduro y asocial…Así está surgiendo una nueva figura de la femineidad: un agente del poder frío y competitivo, seductor y manipulador, que hace buena la paradoja de que «en las condiciones del capitalismo las mujeres pueden tener más éxito que los hombres» (Badiou). Esto, por supuesto, de ninguna manera las convierte en sospechosas de ser agentes del capitalismo; simplemente es señal de que el capitalismo contemporáneo ha inventado su propio ideal de mujer como símbolo del frío poder administrativo con rostro humano.

Ambos candidatos se presentan como anti-sistema, Le Pen obviamente en modo populista y Macron de forma mucho más interesante: está fuera de los partidos políticos existentes pero, precisamente por ello, representa el sistema como tal en su indiferencia a las opciones políticas establecidas. En contraste con Le Pen, que simboliza la pasión política, el antagonismo del Nosotros contra Ellos (desde los inmigrantes a las élites financieras no patrióticas), Macron simboliza la tolerancia apolítica que todo lo envuelve.

Con frecuencia oímos que la política de Le Pen obtiene su fuerza del miedo (el miedo a los inmigrantes, a las anónimas instituciones internacionales financieras…), pero ¿acaso no aplica lo mismo a Macron? Fue primero porque los votantes tenían miedo de Le Pen, y así se cierra el círculo, no hay visión positiva con ninguno de los candidatos. Ambos son candidatos del miedo.

Lo que de verdad está en juego con este voto se entiende mejor si lo situamos en su contexto histórico a gran escala. En Europa Oriental y Occidental hay señales de una reordenación del espacio político. Hasta hace poco éste estaba dominado por dos partidos mayoritarios que aglutinaban todo el cuerpo electoral, un partido de centro derecha (cristiano-demócrata, liberal-conservador, popular…) y un partido de centro izquierda(socialista, social-demócrata…), con partidos más pequeños que atraían a un grupo de votantes menor (ecologistas, neo-fascistas, etc.). Ahora emerge poco a poco un partido que simboliza el capitalismo como tal, por lo general relativamente tolerante con el aborto, los derechos de los homosexuales, minorías étnicas y religiosas, etc. Opuesto a este partido se sitúa otro cada vez más fuerte, populista y en contra de la inmigración, apoyado en sus márgenes por grupos directamente racistas y neo-fascistas.

El caso de Polonia es un buen ejemplo de todo ello: tras la desaparición de los ex-comunistas, los principales partidos son ahora el «anti-ideológico» liberal de centro del ex-primer ministro Donald Tusk, y el conservador cristiano de los hermanos Kaczynski. Hoy en día lo que está en juego en el Centro Radical es cuál de los dos partidos, el conservador o el liberal, conseguirá erigirse como representante de la no-política post-ideológica, mientras que el otro quedará descartado por «seguir atrapado en un espectro ideológico anticuado». A comienzos de los años noventa, a los conservadores esto se les daba mejor; más tarde, fueron los izquierdistas liberales los que parecieron ganar la partida, y Macron es la última figura de un Centro Radical puro.

De este modo hemos alcanzado el punto más bajo de nuestras vidas políticas: una pseudo-alternativa como nunca antes. Sí, la victoria de Le Pen podría acarrear peligrosas consecuencias. Pero temo igual el alivio que seguirá a la triunfante victoria de Macron: suspiros relajados de todo el mundo, gracias a Dios que han podido mantener el peligro a raya, Europa y nuestra democracia están a salvo, así que podemos volver a adormecernos en nuestro capitalismo liberal…La perspectiva de lo que nos espera es triste, un futuro en el que, cada cuatro años, volveremos a sufrir un ataque de pánico, asustados por alguna forma de «peligro neofascista», y se nos volverá a chantajear para que demos nuestro voto al candidato «civilizado» en elecciones insignificantes y carentes de visión positiva…

Por eso los liberales en estado de pánico que nos dicen que deberíamos abstenernos de cualquier tipo de crítica hacia Macron están profundamente equivocados: Ahora es el momento de sacar a relucir su complicidad con el sistema en crisis, pues después de su victoria será demasiado tarde y la tarea habrá dejado de parecer urgente en la estela de la auto-satisfacción. Dada la desesperada situación en la que nos encontramos, enfrentados a una falsa alternativa, deberíamos reunir el coraje suficiente y simplemente no votar. Abstenernos, y comenzar a pensar. El tópico «basta de hablar, actuemos» es muy engañoso. Ahora, deberíamos decir precisamente lo contrario: basta de presión para hacer algo, comencemos a hablar seriamente, esto es,¡pensemos! Y con ello quiero decir que deberíamos dejar atrás la auto complacencia del izquierdismo radical que repite sin cesar que las alternativas que se nos ofrecen en el espacio político son falsas, y que sólo una izquierda radical renovada puede salvarnos…Sí, en cierto modo es verdad, pero ¿por qué, entonces, no emerge esta izquierda? ¿Qué visión puede ofrecer aún la izquierda que sea suficientemente fuerte para movilizar a la gente?

No deberíamos olvidar nunca que la gran razón por la que estamos atrapados en el círculo vicioso de Le Pen y Macron es la desaparición de una alternativa de izquierdas viable

Slavoj Zizek, filósofo y crítico cultural, es profesor en la European Graduate School, director internacional del Birkbeck Institute for the Humanities (Universidad de Londres) e investigador senior en el Instituto de Sociología de la Universidad de Liubliana. Su última obra es Menos que nada. Hegel y la sombra del materialismo dialéctico (Akal)