Entradas del mes mayo, 2012

  • 15
  • May
  • 2012

La visita a Angola que prepara Cristina Kirchner ha desatado una corriente de cuestionamientos opositores haciendo hincapié, entre otros argumentos, en el carácter no democrático del gobierno angoleño. ¿Por qué se le cuestiona a Angola lo mismo que se prefiere ignorar a China?

El gobierno argentino ha encarado una misión comercial a Angola, que incluye la próxima visita presidencial a ese país africano, ex colonia portuguesa independizada tardíamente en 1975 momento en que comienza una larga guerra civil que dura hasta el umbral del siglo XXI, finalizada formalmente en 2002, y cuyo Presidente José Dos Santos se encuentra en el poder desde 1979.

La economía de Angola es 49% petróleo y 5% diamantes; y como tal es uno de los países miembros de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo). Una vez concluida la guerra civil el crecimiento productivo del país fue irrefrenable, y desde 2002 al 2006 creció la friolera de un 89%, según datos del FMI, colocándose como la tercera economía subsahariana detrás de Nigeria y Sudáfrica. Ha establecido líneas de crédito con China, Brasil, Portugal, Alemania, España y los Estados Unidos. Sus principales clientes son China, Estados Unidos y Francia, en ese orden. En el caso de China, Angola se ha convertido en el principal proveedor de petróleo de la economía más dinámica del planeta, lo cual explica su persistente crecimiento que para 2011 se estimó en el 11%

Contrastando con ese boom económico la deuda social de Angola es enorme, con un índice de Desarrollo Humano categorizado como bajo, ocupa el puesto 143 entre 182 naciones, más del 40% de su población está por debajo de la línea de pobreza y la esperanza de vida no alcanza los 50 años.

Hasta aquí un panorama de este país africano, que hasta hace dos décadas estaba en las noticias de prensa a raíz de su sangriento conflicto interno y hoy lo está por su evolución económica.

Frente a este panorama aparece la intención del gobierno argentino de acercarse comercialmente a este país emergente del África, como lo han hecho tantos otros. El pasado mes de abril visitó Angola el Presidente de la Comisión Europea de la UE con el fin de fortalecer la cooperación entre Angola y Europa, en octubre pasado Dilma Roussef, Presidenta de la sexta economía mundial visitó Angola, del mismo modo que lo hizo en noviembre de 2010 el vicepresidente chino Xi Jinping, mientras la propia ex colonia se ha lanzado a invertir en la vieja metrópoli portuguesa.

Sin embargo en nuestro país la anunciada misión comercial a Angola, que contó con un viaje inicial del Secretario de Comercio, Guillermo Moreno, y culmina con la visita presidencial, ha sido no solo criticada sino hasta ridiculizada por la prensa opositora y algunos políticos de la oposición. En todos los casos se hace especial hincapié en un factor dejándose traslucir un segundo: en el primer caso se puntualiza que en Angola gobierna una dictadura en el poder por tres décadas, en el segundo se supone que ir a establecer vínculos comerciales con un país de la antiguamente llamada “África Negra” es desdoroso, dejando trasuntar una clara visión etnocéntrica más propia de Europa que de América Latina.

Para el primer argumento, el que habla de la falta de democracia en Angola, se trata de una doble moral de políticos y periodistas, para el segundo simplemente se trata de ignorancia, como se pudo observar en la descripción de la evolución económica angoleña de la última década.

Cuando se intenta impugnar la presencia comercial de Argentina en un país gobernado por una seudodemocracia como es Angola se omite considerar que el primer cliente de nuestra economía y el primer cliente de cada una de las grandes economías del mundo, que es China, la locomotora económica del planeta, también es una seudodemocracia.

En China no se respetan las libertades individuales, está limitada la libertad religiosa, los dirigentes del país son elegidos por el poderoso Partido Comunista Chino (PCCh) sin participación popular, está coartada la libertad de expresión, la Internet está controlada, en las cárceles hay presos políticos, existe la pena de muerte por delitos comunes, se encarcela a disidentes y existe un sector del territorio que se supone una nación libre sojuzgada con sus líderes exiliados, como es Nepal.

La economía china es formidable pero las desigualdades también. El 1% de su población controla el 60% de la pobreza, es uno de los países más contaminados del planeta y cuenta con cerca de 300 millones de pobres.

Sin embargo a ningún medio ni a ningún político argentino se le ocurriría cuestionar, sino todo lo contrario impulsar y celebrar, el creciente vínculo comercial que una a China con Argentina.

¿Acaso la convicción democrática de cierta prensa y políticos argentinos es válida para impugnar a la emergente Angola como socio comercial pero no a la gigantesca potencia China? ¿Oportunismo? ¿Hipocresía? ¿Ignorancia?

Pareciera que sus convicciones democráticas tuvieran un precio, por encima del cual todos los gatos son pardos.

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  • 12
  • May
  • 2012

Decir las cosas a medias, sugerir sin mostrar, sí pero no, tirar la piedra y esconder la mano, silbar y mirar para arriba, tocar timbre y salir corriendo; todas formas en las que las personas hacemos o decimos sin hacer o decir.

En las conductas cotidianas estos comportamientos hasta pueden resultar prudentes y necesarios para la adaptación social. En última instancia uno no puede ir por la vida diciendo todo lo que piensa, haciendo todo lo que quiere. Uno no vive solo.

Pero hay un espacio en el que este comportamiento adaptativo deja de ser virtuoso para volverse cuestionable, y ese espacio es el de las ideas.

Los intelectuales están para exponer su pensamiento, sus reflexiones, sin filtros, están para molestar, incluso a veces, despiadadamente. Están para lo que el filósofo argentino Tomas Abraham llama “ser disonante”, tocar una nota diferente a la del resto.

Cuando un intelectual dice, se hace cargo de su decir, de su pensar; pero cuando un intelectual dice a medias, cuando sugiere sin exponer, cuando avanza pero retrocede, cuando toca el timbre de su reflexión y corre huyendo entre avergonzado y culposo, estamos frente a quien no se hace cargo de su propio pensamiento, estamos frente a una cobardía intelectual.

El pasado martes 8 de mayo la socióloga argentina Beatriz Sarlo escribió un artículo en el diario La Nación sobre Malvinas y un cuestionado spot promocional de las olimpiadas. En ese artículo cuestiona el spot y cuestiona la política del gobierno nacional sobre Malvinas, y en un momento de su relato trae a colación la utilización que hizo el gobierno nazi alemán en 1936 de los Juegos Olímpicos de ese año llevados a cabo en la ciudad de Berlín.

Sarlo comienza a transitar el camino de la analogía entre los Juegos de 1936 y los de 2012, y entre el gobierno hitleriano y el kirchnerista, pero un párrafo más adelante se detiene y afirma “me apresuro a aclarar que estoy lejos de pensar que el gobierno de CFK tenga algo que ver con el nazismo”.

¿Por qué razón entonces Sarlo incorporó a su reflexión aquel hecho histórico de 1936 si no tenía ninguna intención de comparar una cosa con la otra? Extraño comportamiento de la intelectual estrella de la oposición mediática argentina, que dice sí pero no, que arranca y pone marcha atrás, que orejea los naipes y se va al mazo.

Valentía intelectual es exponer el pensamiento si se está en seguridad de ello, si se confía en sus argumentos, si se supone certeza. Ahora, si el intelectual se desdice entre un párrafo y el siguiente, si está a punto de revelar el secreto pero decide comerse el papel, estamos frente a un acto de cobardía intelectual o un fabuloso festival de fuegos de artificio.

Algo parecido sucedió en esta misma semana con el filósofo disonante Tomas Abraham, en un reportaje editado por la Revista Ñ, del grupo Clarín, en su nota de tapa.

Abraham afirma como al pasar en un extenso reportaje de cuatro páginas, que el formato del discurso del gobierno kirchnerista “donde todo se lee como lealtad o traición. Es típico de los regímenes fascistas”.

Otra vez, Abraham anuncia revelar el misterio, pero allí se queda… ¿Se trata solo de un discurso fascista o hay algo más que eso? ¿Un discurso fascista hace a un gobierno fascista? ¿Abraham piensa realmente que el gobierno de Cristina Fernandez es fascista?

Abraham, como Sarlo, tira la piedra de su pensamiento y esconde la mano de su responsabilidad intelectual, aunque a diferencia de Sarlo no anuncia que acaba de esconder la mano. Más elusivo él que ella simplemente deja caer el concepto, “fascista”, como ella deja caer la analogía con “los nazis”.

Cualquier análisis semiológico o psicológico del discurso del tándem Sarlo-Abraham develaría que ambos creen que Argentina vive un proceso político nazi-fascista.

Pero no lo dicen, lo dejan traslucir, que si pero que no, dejan caer la palabra “nazi” o la palabra “fascista” en medio de otras miles de palabras, como perdidas y confundidas en el conjunto, culposos hasta de la desmesura de su propia reflexión a la que los ha arrastrado la dinámica de la disonancia, como diría el propio Abraham.

La cobardía intelectual no es decir lo que se piensa, aunque lo que se piense pueda ser valorado negativamente, la cobardía intelectual radica en no hacerse cargo de ese pensamiento que se sugiere y se deja caer despreocupadamente en gotas, pero del que finalmente se termina huyendo mirándolo con horror hacia su propio interior por encima del hombro.

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