Entradas del mes abril, 2015

  • 25
  • Abr
  • 2015

La vieja foto que Korda le sacó al Che Guevara en una concentración realizada en 1960 se ha convertido en un ícono de la comunicación visual política, quizás el más extraordinario de todas las épocas.

Massa GuevaraLo que hizo de esa imagen un símbolo para propios y extraños fue la mirada del Che, una mirada perdida en el horizonte, la mirada de un hombre moderno, uno de los últimos hombres modernos, proyectada hacia el futuro, hacia el por-venir, la utopía.

La modernidad tenía esa meta, la posibilidad de que a través de su voluntad y su razón el Hombre lograse alcanzar aquella meta siempre deseada, siempre perseguida, siempre futura.

De pronto, en medio de una campaña política fuera de tiempo, se imponen los carteles del candidato Massa con esa misma actitud, con esa mirada insondable al infinito, pero posando.

Lo que en Guevara fue espontánea captación del espíritu de un Prometeo latinoamericano, el último de aquellos seres en una modernidad que se extinguía, y que la muerte del Che en 1968, en coincidencia con otro hitos, significaría la agonía de una cultura y el nacimiento de otra, la actual, en Massa es pose y simulacro.

Massa, como casi todos los políticos de nuestro siglo, son un signo de la época, el de la política posmoderna, el de la imagen por la imagen misma, el de la superficie, el del presente, el día a día. De esa mirada al por-venir queda poco en la simulada pose de Massa, porque está fuera de tiempo, solo es cáscara, lo que importan son las encuestas que indiquen qué se quiera ahora, ya, y la inveterada mención permanente por la «gestión», esa forma simulada del gerenciamiento trasvestida de política.

IMG_20150424_204922_editQuizás por eso, una segunda foto que circula en los afiches de Massa devela la impostura, en esa segunda foto la misma mirada, la misma pose, incluso más acusada por un ángulo ascendente que hace que la mirada se dirija hacia el futuro pero también hacia el progreso, otro símbolo moderno, pero de pronto Massa ríe, ríe con ganas, con la risa posmoderna del ahora, del imperativo de estar bien, de la felicidad y el goce.

La risa de Massa rompe la lógica de esa pose demodé, y se convierte en un oximorón gráfico de la tensión entre el viejo tiempo de la esperanza en el futuro y la postergación del presente y el nuevo mundo del imperativo de pasarla bien ahora, y la imposibilidad de no ser más que una foto pasajera, de esas que tienen como destino ser suplantadas por la oferta del supermercado, de las que no hacen historia.

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