En la primera quincena de mayo el asesinato de Bin Laden ocupó las portadas de los medios de todo el mundo, luego del primer impacto y la duda de si la noticia era real o mentira, llegó el tiempo de la reflexión y la crítica acerca del modo en que Estados Unidos aplicó “justicia” sobre su enemigo público Nº 1. De pronto, el 14 de mayo otro hecho barrió de las primeras planas a Bin Laden, un acontecimiento destinado a blanquear aquellas sombras sobre la aplicación de justicia en la potencia más grande del planeta había sucedido, uno de los hombres más poderoso del mundo caía preso acusado de violación.
Durante este mes de mayo Estados Unidos protagonizó dos casos de aplicación de justicia, el 2 de mayo asesinó en Pakistán al supuesto responsable del atentado a las Torres Gemelas, Osama Bin Laden; y dos semanas después la policía detuvo en el aeropuerto de Nueva York, la misma ciudad objeto de los atentados, al Director Gerente del FMI, Dominique Strauss Kahn.
Dos formas de hacer justicia, el primer caso generó un mayúsculo revuelo en el mundo por la metodología aplicada por el gobierno norteamericano, de hallar al terrorista más buscado del mundo, encontrarlo desarmado y sin defensa y aún así asesinarlo en su propia casa, para luego arrojar el cuerpo al mar. Esta metodología de “vengador anónimo” tan cinematográficamente norteamericana impactó negativamente en todo el planeta produciendo una inquietud general ante la arrogancia de la mayor potencia del mundo por imponer el “ajusticiamiento” de sus enemigos sin juicio ni defensa. Un retroceso a tiempos anteriores a la creación de los Estado-Nación modernos.
El asesinato del sospechoso de ser el responsable de la mayor masacre terrorista de la historia en territorio de Estados Unidos fue localizado, según declaraciones oficiales del gobierno, por la confesión de una persona privada de su libertad en la base militar norteamericano de Guantánamo.
En Guantánamo existe una cárcel donde se encuentran detenidos ciudadanos de diversas nacionalidades sospechosos de vínculos con organizaciones terroristas, sin acusación formal, sin derecho a defensa, sin status jurídico y sometidos a interrogatorios no exentos de aplicación de torturas físicas o psicológicas.
Pasados 12 días del asesinato de Bin Laden, que puso en cuestión la aplicación de justicia por parte del gobierno de Estados Unidos, es detenido dentro de un avión a punto de partir desde el aeropuerto de Nueva York uno de las personas con mayor poder en el mundo, el Director Gerente del Fondo Monetario Internacional, acusado del delito de abuso sexual contra una camarera del Hotel Sofitel.
A diferencia del asesinado Bin Laden, Strauss-Kahn fue detenido a partir de una orden judicial, a diferencia del asesinado Bin Laden, Strauss-Kahn fue fotografiado esposado y detenido, a diferencia del asesinado Bin Laden, Strauss-Kahn recibió una acusación, presentó abogados y obtuvo una libertad provisoria a partir del pago de una fianza de un millón de dólares.
A partir de su detención Strauss Kahn ocupó las portadas de todos los diarios del mundo, las pantallas de todos los programas de televisión y los portales de la web, reemplazando en ese lugar al asesinado Bin Laden, que pasó en apenas unas horas en ser el tema de mayor debate en el mundo a ser lo que siempre había sido, un fantasma.
Con la detención de Strauss Kahn el debate sobre la forma de aplicar justicia de parte de Estados Unidos quedó en sordina. ¿Si se es capaz de detener por un delito de acción privada a uno de los 10 hombres más poderosos del mundo, acaso alguien puede poner en duda el funcionamiento de la justicia de los Estados Unidos? La realidad parece competir con aquella ficción (¿?) que plasmó la película «And justice for all» protagonizada por Al Pacino, en la que se cuestionaba el sistema de justicia de los Estados Unidos.
Strauss Kahn ha sido víctima de sus propias miserias, pero obviamente también ha sido protagonista de una oportuna y conveniente acción de limpieza política de la figura del gobierno de Estados Unidos ante el mundo.
¿Justicia?
Habrá que creer el texto del juramento a la bandera del pueblo norteamericano: una nación bajo Dios, indivisible, con libertad y justicia para todos
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