Entradas del mes mayo, 2016

  • 25
  • May
  • 2016

El neoliberalismo difundió ya desde sus inicios en la década de 1980 la idea de la implosión de la Sociedad y tras ella la desaparición de la ligazón entre los ciudadanos que pasaron a ser individuos librados a su propia suerte, o mejor dicho a su propia responsabilidad.

puedoEsa idea perversa de que no existen las condiciones históricas, sociales, económicas y políticas que rodean la vida de una persona y que su mayor o menor «éxito» estará dado exclusivamente por su esfuerzo, su capacidad y su talento, luego de 3 décadas ha logrado introducirse en la conciencia colectiva decorada por la literatura de autoayuda que encontró en ese camino una enorme veta comercial y un público necesitado de que le explicaran que sí, se puede.

La idea de que cuánto hacemos se debe a nuestras responsabilidades y por lo tanto que de nuestra decisión depende lograr los objetivos que nos proponemos ha dado forma a todo tipo de empresas de consultores, de asesores, de coachs y charlistas que recorren las reuniones empresarias explicándoles a gerentes y trabajadores lo bien que pueden hacerlo si solo se lo proponen. Esta ola de voluntarismo pasó de la empresa a la política en todas partes del mundo, entre ellas España, o Argentina, donde el presidente Macri invita a la reunión de Gabinete a un «Experto en Felicidad», tiene a un filósofo a sueldo que organiza «Talleres de Entusiasmo» o la gobernadora Vidal lleva a sus ministros a un «Retiro Espiritual» de fin de semana.

coachEl filósofo coreano Byung-Chul Han desarrolló este fenómeno en sus libros La Sociedad del Cansancio y La Sociedad de la Transparencia, y el sociólogo español Jorge Moruno, publicó la pasada semana un artículo en su blog, titulado «Coaching, el disolvente de la política» en el que analizó con precisión y claridad en qué consiste este costado del pensamiento único neoliberal:

Coaching, el disolvente de la política

Jorge Moruno Sociólogo

Cuando trabajaba en el Barcelona Bus Turístic y paraba en el World trade center (donde llegan los ferries repletos de turistas), pude presenciar en varias ocasiones corros al aire libre donde se impartían sesiones de motivación a un grupo de trabajadores. Seguro que sabéis de lo que hablo porque lo habéis vivido (sufrido) o visto en alguna película; el típico trabajo de comercial agresivo donde hay que vender sí o sí para alcanzar las cifras de negocio que te permitan volver a sobrevivir un nuevo día de trabajo. Un espíritu a lo Jerry Maguire impulsado por el conocido slogan enséñame la pasta. Estas sesiones representan el extremo de toda una industria de la motivación que es funcional a las nuevas formas de explotación. Se extiende cual mancha de aceite desde el campo laboral hasta el terreno de la política; desparece así, la excusa de la sociedad ante tu fracaso porque ahora todo depende de tu actitud y habilidad.

Tras un discurso de terciopelo donde todo se lubrica de buenas palabras, sueños deseados y pensamiento positivo, se levanta una jaula ideológica asfixiante que percibe en el otro o bien una relación tóxica de la que alejarse para no verse contaminado, o bien una relación sana que te impulsa a perseguir tus objetivos. La realidad viene dada, las cosas suceden, y solo nos queda saber manejarnos en este nuevo entorno salvaje si no queremos quedarnos fuera. El campo de lo que existe, de lo que se percibe como bueno y posible, —y su reverso— se ve redefinido bajo la luz de una nueva forma de ejercer el poder sobre el cuerpo y la mente colectiva e individual. Se pretende por encima de todo eliminar la dimensión política del conflicto y el desacuerdo en la sociedad. Se perpetuán las razones de la desigualdad negando que pueda existir un conflicto que ponga en duda la distribución en las relaciones de poder. Por lo tanto, el único conflicto que existe es el que tienes contigo mismo, ya sean los traumas, los miedos o tu mala actitud, lo que te impiden alcanzar tus sueños está en ti. Se promociona la cultura de la aversión al conflicto asociándolo a la negatividad y a las malas vibraciones que entorpecen el camino hacia el éxito.

Esta lógica del individualismo posesivo pensada en círculos académicos de EEUU, aplicada luego en el ámbito laboral e inoculada como sentido de época, busca configurar un nuevo paradigma ideológico ante la exigencia encarnizada de la competitividad. Frente el cierre impuesto por el régimen de las finanzas, la escalera de la movilidad social colectiva se ve sustituida por la insistencia individual por convertirse en empresario de uno mismo. Modelar la plastilina humana hacia una dirección concreta, para luego, una vez interiorizada, la materia prima esté lista para asumir la cualificación requerida y los papeles que debe representar. La obligación de ser feliz se convierte en el faro totalitario que normaliza e impulsa la desigualdad social. La libertad se convierte de este modo en sinónimo de una forma concreta y particular de entender la felicidad, que de no lograrse, se debe exclusivamente a la toma individual de decisiones incorrectas.

En un modelo laboral cambiante, lleno de incertidumbres y precariedad propias de un mercado ultracompetitivo, la solución a los problemas pasa por convertir a los problemas en la fuente de la solución. Dando por hecho que lo que produce el malestar no puede cuestionarse y cambiarse, es mejor cuestionarte por qué te produce malestar cuando podría ser fuente de tu felicidad. El discurso es un hecho. Cuando nombran a la sociedad  se refieren al mercado, cuando dicen mercado hablan de los intereses de los accionistas de las empresas financieras, de los inversores. Cuando hablan de adaptarse a la realidad quieren decir adaptarse a las necesidades que demanda el mercado, es decir, los beneficios a corto plazo de los accionistas.  El mercado es así un axioma, una verdad articulada como incuestionable por la sociedad, tal y como lo fueron las leyes sagradas, los dioses y los reyes absolutos. Defender la democracia es defender a la sociedad contra el oscurantismo, contra todo aquel y toda relación social que pretenda elevarse por encima de ella,  intente sublevarse contra el demos (el pueblo) e instaurar una tiranía.

No es mi intención lanzar una diatriba contra la felicidad y la necesidad de verse realizado, sino de evitar hacer de la felicidad un mantra inquisitorial que impida desarrollar una crítica política y económica. La libertad no es sinónimo de felicidad. Albert Rivera[1] traslada las prácticas de la gestión empresarial a la arena política cuando reduce la resolución de los problemas políticos a una cuestión de actitud positiva, y afirma que el presidente del gobierno hace las veces de coacher de la sociedad. Visto así  el problema no reside en las causas que lo originan, el problema es no afrontar de forma adecuada el reto que tienes delante. No te preocupes en cambiar las cosas, es mejor que cambies tu actitud ante las cosas. Así se entiende que se tache de venganza la apuesta política que denuncia la desigualdad, y se califique de justicia a no poner en duda las razones que producen dicha desigualdad. El servilismo costumbrista entiende que para tener un país feliz hace falta un presidente feliz. Contra este disolvente de la política que busca evitar discutir y remover las razones sobre por qué nos pasa lo que nos pasa y cómo podemos buscar alternativas colectivas, solo hay un antídoto, el mismo que sirve para paliar la soledad, la pulsión servil y el cinismo: la política que democratiza la democracia.

[1] Líder y joven candidato de CIUDADANOS, una nueva formación política española de centro derecha, que ocupó el cuarto lugar en las últimas elecciones. Figura que representa a la nueva derecha vinculada al discurso del marketing político.

 

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  • 8
  • May
  • 2016

El eufemismo es una práctica literaria muy difundida, definida por la RAE como “manifestación  suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante”.

eufemismo1-121211100559-phpapp02-thumbnail-4La política siempre hizo uso de recursos literarios, pero tradicionalmente su recurso predilecto fue la metáfora, una herramienta literaria refinada que a diferencia del eufemismo, que tiene como objetivo maquillar la realidad, su objetivo es transmitirla con la mayor claridad.

Uno de los padres de la ciencia política imagino una sólida metáfora para hace referencia al Estado, al que llamó Leviathan, ese monstruo al que los ciudadanos debían temer;  también Carlos Marx era muy dado a las metáforas políticas como la que dedica a los revolucionarios parisinos a los que describe queriendo tomar “el cielo por asalto”;  o la que pronunciara Winston Churchill cuando en una conferencia en 1946 describe como sobre Europa caía una “cortina de hierro” en referencia a la división que se establecía entre el occidente liberal y el oriente soviético,

A diferencia de la metáfora cuyo objetivo es hacer más comprensible el hecho, el eufemismo tiene como meta lo contrario, ocultarlo, disfrazarlo con ropajes más aceptables. Y la política neoliberal desde los años 80 ha hecho uso y abuso del eufemismo a partir de aquel inaugural del gobierno norteamericano que llamó “daños colaterales” al asesinato de civiles en acciones destinadas a eliminar un objetivo militar.

El nuevo gobierno neoliberal  de la Argentina presidido por sinceraMauricio Macri ha hecho del eufemismo el elemento troncal de su discurso en el intento por diluir mediante la palabra el duro efecto que sus medidas generan en la mayor parte de la población, sobretodo en la parte más vulnerable.

Para eso ha recurrido a eufemismos para edulcorar cada una de sus medidas anti populares: llamó «sinceramiento de la economía» al ajuste recesivo, “acomodamiento de precios relativos” a la espiral inflacionaria, “deslizamiento tarifario” al brutal aumento de las tarifas de servicios públicos, “modernización del Estado” a la ola de despidos de empleados públicos, “empleo de calidad” al trabajo asalariado no estatal sea cual sea su remuneración o circunstancia.

Pero últimamente el neoliberalismo global ha incorporado nuevos eufemismos, unos que podríamos llamar 2.0, el eufemismo del eufemismo.

En los 90 se acuñó el concepto “flexibilización laboral” para referirse a nuevas prácticas que remedaban viejas formas de explotación de trabajadores como horarios superiores a las 8 horas, trabajo de sábados y domingos y diversas formas de precarizacion laboral. Como el eufemismo “flexibilidad” luego de dos décadas de aplicarse se contaminó de todas las valorizaciones negativas del concepto explotación que debía ocultar y por ende dejó de ser un eufemismo, aparece ahora uno de segunda generación destinado a sustituir al anterior ya desgastado, se trata de llamar “atomización laboral” a este proceso de debilitamiento de los derechos del trabajador.

Del mismo modo, cuando la desigualdad, la gran bestia negra  de la globalización neoliberal, se escapa de su exilio conceptual, el neoliberalismo inventa un eufemismo para el caso, y la desigualdad injusta, perversa e inocultable que su política genera es sustituida por el amable eufemismo de “dispersión de ingresos”.

imagesLas palabras son las herramientas con las cuales se edifica la realidad, y cuando esas palabras surgen desde el poder la consecuencia es la construcción de un relato hegemónico destinado a ser apropiado por el conjunto de la sociedad con las diversas mediaciones que operan en su desarrollo, esencialmente la de los medios de comunicación.

Cuando esos eufemismos comienzan a suplantar en el habla cotidiana a los procesos que pretenden ocultar es que el relato hegemónico está tomando forma, la argamasa se solidifica, el común de las personas se lo apropia, el relato triunfa.

Escuchar a gente común, incluso personas sin afinidad ideológica con el gobierno, repetir la palabra “sinceramiento” como anticipo de la descripción de cualquier acción del gobierno de Macri nos pone frente a esta evidencia de que el relato macrista comienza a tomar consistencia, a falta de ideas, a golpes de eufemismos.

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