Germina una derecha reaccionaria y popular en la Argentina

El escenario político argentino en el siglo XX eludió la típica organización en conservadores y liberales propia de la mayoría de los países de Latinoamérica, nuestro país canalizó a las mayorías populares hacia expresiones originales de un centrismo oscilante entre el radicalismo y el peronismo, ambos con estructuras más cercanas al movimiento que al partido con sus alas reformistas y restauradoras.

Dentro de este escenario movimientista de “toma todo”, tano la izquierda como la derecha más ortodoxas tuvieron amplias dificultades para organizarse con alguna posibilidad de éxito en la arena política.

Las organizaciones de izquierda se hicieron visibles con mayor o menor éxito de atracción en los albores del siglo XX pero perdieron tempranamente su sujeto político a manos del peronismo, con lo cual quedaron sentenciadas a convertirse en minoría en algunos casos testimonial y en otros violenta.

En lo que hace a la derecha, también se va reduciendo a una expresión minoritaria en tanto muchos de sus planteos encuentran lugar en los propios movimientos populares, aunque sus formaciones más reaccionarias,  toman unas el camino testimonial vinculándose con la iglesia católica, y otras el cauce violento alimentando ideológicamente al partido militar.

El Partido Militar se fue convirtiendo tempranamente en el siglo XX como fue el refugio de poder donde la derecha argentina encontraba la acción a su prédica, el espacio en el que podía esconderse la basura de un pensamiento vergonzante que encarnaba en las responsabilidades de los entorchados, los encargados de hacer el trabajo sucio emergente de sus ideas.

Pero el partido militar desapareció consumido por el cáncer de su propia violencia y su infamia diagnosticado en 1982, y al que sobrevivió agonizante apenas hasta el fin de esa década en los últimos estertores carapintada.

A partir de 1990 el pensamiento de derecha en Argentina quedó totalmente huérfano de representatividad una  vez que la corporación militar queda reducida a su rol castrense y la iglesia católica se encierra en su obsolescencia ideológica; pero en esa década del 90 encuentra un bálsamo en  el refugio del menemato neoliberal para llegar al fin de siglo, cuando el tsunami de la crisis de 2001 barrió con todo a su paso, incluido el escenario político, y al retirarse dejó tras de sí el desierto de una nación en coma y desamparada.

La llegada de la era kirchnerista a partir de 2003 abrió el juego en un nuevo escenario político, inédito parala Argentina, una poderosa corriente progresista dentro del viejo y cansado justicialismo, reducción del radicalismo a su mínima expresión, y más allá de eso solo nostalgias.

El viejo orden político argentino del siglo XX ya no existía más al promediar la primera década del siglo XXI, se fue con el cambio de paradigma con que alumbró el siglo. Pero la ciudadanía argentina seguía allí.

Una mayoría adscribió rápidamente al mensaje y el accionar kirchnerista de recuperación nacional en base a recetas heterodoxas y ruptura con las viejas verdades sacralizadas durante décadas en materia económica, y afirmado en la reconstrucción del entramado social argentino, reconociendo desde el poder la existencia de nuevas e inéditas realidades, como es la existencia de un importante sector de excluidos, los perdedores definitivos dela Argentinade fin de siglo, en un cambio del modelo económico global y la destrucción del Estado a manos del imperio del mercado.

Pero otra parte de la ciudadanía prefirió tomar otros caminos políticos en un escenario de escasa oferta alternativa, con un partido radical anémico, una izquierda siempre fragmentada y con escasas banderas y una serie de personajes emergentes antipolítica de vida efímera, cuya expresión más exitosa ha sido la experiencia porteña y urbana del PRO macrista.

La ausencia de respuestas organizadas para este sector de la población que no adscribe a las acciones y propuestas de la era kirchnerista terminó generando un vacío de representación que fue ocupado por la acción del poder mediático en el que los grupos dominantes de la opinión publicada liderados por el multimedios Clarín pasaron a convertirse en la contratara del poder político democráticamente elegido.

El problema es que el poder mediático puede actuar como contrapeso del poder político, incluso si nos pusiéramos idealistas como su control, pero indudablemente, por su diferente lógica, no puede transformarse en un actor protagónico de poder político, no puede convertirse en el Partido Mediático, como sí habían podido las fuerzas armadas travestirse en Partido Militar para llegar al poder por la fuerza y mantenerse.

En este amplio sector de la población argentina opuesta al kirchnerismo, hay buena parte de ella con posiciones políticas reaccionarias acostumbrada a canalizar sus pensamientos en alguna forma de poder político, esencialmente lo que ha servido de sustento a las aventuras del Partido Militar, y que se encolumna detrás de la corporación mediática a la espera de la construcción de una opción política organizada que le permita expresarse en la representación política.

Sin un sostén ideológico,  sin una cobertura política organizada, sin líderes, esta oposición solo se ve expresada en las pantallas y por la boca de acaudalados empleados del poder mediático, circunstancialmente atrapado en una verdadera lucha por su supervivencia con el máximo poder político del país.

Este sector de la ciudadanía huérfano de representatividad, expresado por el poder mediático, carente de potencia electoral y socialmente ubicado en las capas de los económicamente satisfechos, va haciendo germinar una formación hasta el momento inédita enla Argentina: una derecha reaccionaria de carácter popular.

Una derecha reaccionaria y popular que a falta de entramado ideológico se mueve por emociones, en consonancia con la lógica emotiva del mensaje mediático que la expresa, y dentro de las emociones la más básica: el odio.

Una derecha que compró cerrado y sin discusión el relato noventista de la obsolescencia de la solución social para zambullirse a la conveniente solución individual. Un relato que afirma que cada uno es dueño de su destino, cada uno, no importa su condición, es responsable de su vida y de la consecuencia de vivir, el pobre es merecedor de su pobreza, el excluido de su marginación, el rico de su riqueza. El relato ideal para la buena conciencia del satisfecho. Todo lo que huela a solidaridad social es prebenda, clientelismo y sostenimiento de la vagancia.

En una sociedad en la que la lógica de clases se extingue en medio de la tendencia hacia una dualización social y económica, una buena parte de la ciudadanía carece de representación electoral, y por el momento solo se hace visible y escuchable a través del poder mediático.

Germina una derecha reaccionaria popular, solo es necesario esperar la aparición de quien la encarne en el escenario político argentino, más temprano que tarde, ese algo o alguien llegará.