El escritor y comentarista presentó su nuevo libro: una mordaz crítica a la modernidad entre Marx, Hegel y Pasolini
Diego Fusaro presentó su último libro, “El fin del cristianismo. La muerte de Dios en la época del mercado global y del Papa Francisco» (ediciones Piemme).
El evento, que se enmarca en la revista literaria Investigaciones Hemingway, organizada por Davide Zannotti, Cristiana Cacciani y patrocinada por el Ayuntamiento de Jesi, atrajo al público para ocasiones especiales. Fusaro, filósofo y escritor conocido por sus posiciones contracorriente, ofreció un examen en profundidad de la crisis del cristianismo en la era del capitalismo global. Su análisis, lleno de referencias filosóficas e históricas, abordó los temas de la desacralización y descristianización de Occidente, destacando cómo el mercado global y la tecnociencia han erosionado progresivamente los valores tradicionales y espirituales .
Fusaro subrayó el papel de la Iglesia católica y del Papa Francisco en este contexto de transformación cultural. «Joseph Ratzinger representó una última barrera valiente mientras la neoiglesia de Bergoglio se evapora en el intento de adaptarse al mundo moderno», concluye el autor y, citando a Dostoievski, advierte: ¡si matan a Dios, muere también el hombre!
Doctor Fusaro, su libro se titula “El fin del cristianismo”. ¿Cuáles son, en su opinión, los principales factores que han propiciado este «fin» en el contexto del mercado global?
«La evaporación del cristianismo puede explicarse sobre todo por la incompatibilidad entre la religión de la trascendencia y el inmanentismo absoluto del capitalismo globalizado. Este último produce a su imagen y semejanza la profanación de lo sagrado y la desdivinización del mundo. El mundo en forma de mercancía no conoce zonas libres ni espacios de saceridad, porque todo debe reducirse a la forma de mercancía. El cristianismo, por su parte, es estructuralmente incompatible con el mundo del capitalismo absoluto y totalitario. Esto explica, en mi opinión, la guerra contra la religión emprendida por la civilización de mercado actual. La muerte de Dios evocada por Nietzsche debe situarse en relación con el triunfo del capitalismo estudiado por Marx. Dios muere en un mundo en el que todo y todos se convierten en mercancía circulante.»
Usted critica a menudo el neoliberalismo y el capitalismo global. ¿Qué alternativas considera más prometedoras y factibles en un contexto contemporáneo? ¿Existen ejemplos prácticos de empresas o modelos económicos que incorporen estas alternativas?
«Mi crítica radical al capitalismo, desarrollada sobre todo a partir de mi estudio “Minima mercatalia”, se basa no tanto en la contraposición del capitalismo mismo a los modelos existentes, sino en la crítica radical del mundo mercantilizado, al que contrasto lo razonable ideal de una sociedad estructurada, en la que el objetivo es el hombre y no el beneficio, en la que la soberanía pertenece al Pueblo y no a los mercados, en la que la libertad de todos se convierte en realidad. En otras palabras, mi crítica al totalitarismo capitalista no lleva a elogiar a otras figuras históricas del totalitarismo, a las que critico igualmente, aunque reconozco que ningún totalitarismo puede igualar el sistema de mercados actual y el neoliberalismo competitivo en términos de radicalidad y carácter opresivo».
En el contexto del nihilismo relativista y la voluntad de poder tecnocientífica, ¿cómo ve el futuro de la espiritualidad y los valores humanos?
«El sistema actual de capitalismo absoluto se basa en el relativismo nihilista, que deja de lado la verdad filosófica y el Dios religioso. En el mundo mercantilizado, todo se vuelve relativo a la nada de la forma mercantil, elevada al único valor de referencia. Personalmente, siguiendo a Hegel, creo que la religión es una figura fundamental del espíritu absoluto, al igual que el arte y la filosofía, y como tal nunca puede desvanecerse, a pesar de vivir momentos de oscuridad como el de nuestro presente. Por esta razón estoy convencido de que el arte, la religión y la filosofía siguen siendo tres baluartes fundamentales de oposición al nihilismo de la forma mercancía.»
Su visión de la humanidad ideal se opone a la idea del ‘homo resiliens’. ¿Qué rasgos debe poseer un ‘homo rebellis’ para afrontar los desafíos actuales?
«El sujeto al que me refiero en mis obras no es el sujeto cartesiano que se limita a calcular y conocer el mundo, no es el sujeto de Deleuze, pura máquina deseante funcional a la civilización del consumo. Es más bien el sujeto dialéctico y revolucionario resaltado por la filosofía idealista de Fichte y Hegel y, de otro modo, por Marx. Es un sujeto consciente de que el yo se presenta como determinante del no-yo (Fichte); un sujeto que sabe que la sustancia debe ser pensada como sujeto (Hegel), y que también es consciente de que el mundo no sólo debe ser interpretado sino también transformado (Marx). La primera revolución a realizar es ontológica, ya que debemos cambiar la imagen del mundo volviendo a concebir la realidad como un proceso histórico y como un resultado inagotable de nuestras acciones. Fatum non datur.»
Usted discutió la «neutralización de la lucha de clases» en el contexto neoliberal. ¿Cómo podemos reactivar la conciencia de clase y promover una mayor solidaridad en una sociedad fragmentada?
«He tratado el tema de la lucha de clases en mi estudio “historia y conciencia del precariado”. La tesis básica es que hoy la clase dominada está constituida por el viejo proletariado marxista y la vieja burguesía o clase media, como se prefiera, que mientras tanto ha caído al abismo gracias a los procesos de globalización capitalista. La conciencia de clase se gana tomando conciencia de la propia posición en el Cosmos de las contradicciones capitalistas, es decir, tomando conciencia de que hoy el conflicto se produce entre una aristocracia financiera globalista y una masa nacional popular subalterna, compuesta precisamente por el proletariado y la clase media. Derecha e izquierda son sólo las dos ramificaciones con las que lo alto domina a lo bajo, manteniéndolo dividido: el nuevo conflicto político, incluso diría el nuevo espacio de la política, es el del conflicto entre lo alto y lo bajo, entre la oligarquía cosmopolita y la precariedad. . La lucha de clases no ha cesado en absoluto, como repiten de manera nada inocente los heraldos del pensamiento único de completar el capitalismo globalizado. La lucha de clases existe hoy como una masacre de clases unilateral dirigida por la aristocracia financiera contra las masas sufrientes. Por eso hoy es de vital importancia reorganizar a las masas dominadas en una subjetividad revolucionaria y antagónica.»
Publicado por Centro Pagina – de Mauro Luminari 8/8/2024